La entrada al museo fue monumental, encontrarme con la columna del árbol de la vida mientras chorreaba de agua me trasladó a mis nuevas vivencias arquitectónicas con el brutalismo. Dentro nos explicaron de todo y pude ver desde anomalías artísticas a elementos cotidianos. http://www.mna.inah.gob.mx/

Después del museo fuimos a ver unos artesanos que hacían tequila y mezcal a partir de una planta que tenemos en canarias. Vimos un taller de obsidiana y conocimos a los lugareños. Mi compañero de viaje y yo quedamos prendado de una de las mexicas del lugar, tenía cierto halo oscuro porque utilizaba su sensualidad para vender, pero en fin, pese a ofrecernos un masaje con piedras fuimos fuertes y no compramos nada. Creí que nunca más la vería, me equivocaba.

Lo que nunca me esperé fue llegar esa misma tarde a Tehotihuacan. A la entrada nos abordaron varios artesanos. Huyendo un poco de ellos nos pusimos delante de una de las pirámides secundarias que conforman el gran eje de la ciudad, hicimos una mini meditación y tocamos 13 veces las palmas, mi sorpresa fue brutal. ¡La pirámide respondía! Respondía con el sonido que emitían los Quetzals, esos pájaros mágicos de la selva y que daban nombre a la serpiente emplumada. ¿Cómo era posible? ¿Cómo la arquitectura podía hablar? Me derrumbé en la ignorancia y me convertí en la persona más diminuta del mundo, yo que había estudia al Corbu, a Mies y a Ghery, estaba delante de un edificio que me respondía.

Los guías del viaje nos dieron permiso para investigar la zona, habíamos sido bienvenidos según ellos por el lugar. Subí corriendo a la pirámide de la Luna y se que si vuelvo, no lo volvería a hacer, casi me ahogo en el camino. Los mexicas subían las pirámides en zig zags, como si de una serpiente se tratara, por eso sus grandes escalones. Medité un poco allá arriba, más bien respire de lo cansado que llegué y vi como un gran eje dividía la ciudad. Corrí desde allá arriba a la pirámide del Sol, y entendí que me lo tenía que tomar con calma. Hice descompresión en algunos lugares, y al estar arriba me percaté de que estaba en México, había comenzado mi aventura. Mire a las cuatro direcciones, respiré y de pronto me vi en un círculo junto con compañeros del viaje haciendo una meditación. Todo el mundo salió contento, para mi no fue nada especial y bastante normal, pero en fin, los expertos en energías eran ellos, yo simplemente venía a buscarme a mi mismo.
Lo cierto es que al bajar me notaba diferente, encontré una piedra que me metí en el bolsillo y pasamos al paseo de los patios. Es un recorrido en el que se suben y bajan patios sin bordearlos, una vez más como la serpiente. Llegamos a la última pirámide, la de Quetzalcoatl. En ella se representaban varios dioses, como los del agua y la serpiente. Algo raro pasó allá arriba, a día de hoy no soy consciente de ello, ni tampoco lo recuerdo, pero algo pasó. Al bajar, nos dispersamos por el campo y nos enfrentamos en dos líneas para hacer la despedida al Sol, tocamos 3 veces 13 palmadas, la pirámide de Quetzalcoatl también nos contestó. Era tal su sonido que casi me echo a llorar. Por arte cuasi mágico, las nubes se abrieron y salió el Sol.

La noche llegó, dormí como un angelito pese a tener uno de nuestros primeros misterios en la habitación. Las luces se encendían y apagaban solas continuamente. Ignoramos el tintineo, dormimos hasta las 6.30 del día después.
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