viernes, 5 de agosto de 2011

México día 1: extraña calma

Si os digo la verdad, cuando me decidí a ir a México fue como de manera instantánea. Tenía la intuición de ir, pero por causas de falta de valor decidí no hacerlo. Sin embargo, las cosas se torcieron y en el último momento y casi por arte de magia me envalentoné a dar el paso y casi sin dudarlo hice las llamadas oportunas y simplemente esperé.

La espera se hizo peculiar, no salía en las listas ni me informaban de si iba a ir, pero lo cierto es que me daba igual, la última semana básicamente me sentía un poco en modo intrascendente, “si no tengo que ir pues no voy”, pero de pronto, el e-mail esperado llegó, tenía que ir y eso hice.

A diferencia de lo que había vivido otros años en otras circunstancias, me dejé llevar y fui sin nervios disfrutando el momento de los días previos, sin hacerme consciente del todo de que me iba. Era una señal de mi transformación, los motivos del viaje los desconocía en parte y fui en busca de respuestas, y en parte a descubrir el HOMBRE que llevaba dentro.

Y el proceso se iniciaba. Hacía mucho tiempo que no tomaba una decisión que me diera tanto miedo y me enfrentara a mi mismo. Miedo al viaje, a la gente del grupo, a los guías y al propio México. Pero el día anterior me suena el móvil, era una chica del grupo que ya conocía y que no sabía que iría, añadí calma a la calma.

Al llegar al aeropuerto no conocía a nadie, ni si quiera a mi mismo. Me presenté a los que pude y me encontré con un chico que por cosas del destino sería mi compañero de habitación. Hablamos de nuestras cosas en el avión, de temas espirituales y terrenales y nos dimos cuenta que cada uno de nosotros teníamos un objetivo común en el viaje y que habíamos llegado a él por causas casi similares y en circunstancias parecidas. Somos como uña y carne.

Después de 12 horas de avión y ver tres películas y conocer un poco más a mis compañeros del viaje, aterrizamos. La gente es magnífica y algunos realmente parecen tener poderes (os contaré más adelante). Mi maleta llegó la última y pasé un miedo horroroso, pero además unos españoles que trabajaban por allí decidieron meterme más miedo y explicarme la de torturas que hacen los mexicanos a los turistas, raptos, intercambio de órganos… Lo cierto es que al conocer a los guías del viaje, nunca sentí tanta seguridad en mi vida. Podía irme a una guerra que no me pasaría nada de nada, igual moriría, pero en paz.

Fui catando cada visión de México, cada olor y sonido. Llegamos de noche y con jet lag, simplemente me metí en la cama y esperé a que me llamaran al día siguiente a las 6.00 de la mañana, comenzó la iniciación mexica.

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