DÍA 6: Al que Madruga
el Chamán le ayuda
Sí, era temprano, muy temprano. Se podría decir que las 2 o
las 3 de la madrugada. Se podría incluso decir que las legañas aún no se habían
incorporado a nuestros ojos. Al salir de la habitación con las maletas miré
aquella sala, allí estaban, eran Pentiums y yo llevaba sin conectarme a la red
siete días. Había pasado el mono.
Montamos en la guagua casi a oscuras y desde entonces no
paramos de girar y girar. Jungla y lluvia nos acompañó toda la madrugada, eso
sí, el amanecer… El amanecer fue espectacular e inspirador. Descubrimos un
águila que nos seguía mientras a lo lejos veíamos aparecer al Sol entre las
nubes. Desayunamos un juguito de frutas tropicales en una especie de
“guachinche” mexicano y la verdad que estaba bueno, que digo bueno exquisito.
Posteriormente hicimos la primera y única parada, el Cañón
del Sumidero. De la guagua a una lancha. Y allí estábamos, en medio de un río
de largas proporciones que te hacían parecer minúsculo frente a las increíbles
caídas de agua que recorrían los acantilados a estribor y babor. Cansado o no,
lo cierto es que respiré tranquilo, incluso con los caimanes que pululaban al
lado de las lanchas. Aquel espacio era brutal y nunca había tenido un referente
parecido, todas las sensaciones, nuevas.
Terminado el paseo continuamos hacia Tuxtla Gutiérrez,
nuestro destino real. Nos habían advertido que fotografiar en zona zapatista
era peligroso porque sus gentes no estaban acostumbradas y ciertas creencias
les hacían pensar que robábamos sus almas. Respeté sus deseos y las imágenes
las guardo en mi mente y corazón.
Es poner un pie allí y sentirse como en casa. No sé si por
el parecido a mi ciudad o por las fiestas de sus gentes, pero ¡estábamos de
lujo! Y hablando de lujos, a que no saben a quiénes les tocó dormir en el hotel
de 5 estrellas… Exactamente, el Méxica y yo éramos de los poquitos afortunados.
Marchamos a cenar y disfrutamos del ambiente festivo
tomándonos unas cervecitas en la azotea del hotel. Miré a la montaña e imaginé
el día siguiente, nada que ver con lo que nos esperaba. Si hasta ahora la
humildad me había llegado de manera cariñosa comenzaría a partir del día
siguiente a ser bastante agresiva.