Me prometí hace cuatro
años que escribiría sobre ese viaje iniciático que hicimos a México. No sé muy
bien que pasó pero me gusta cumplir mis propias promesas. Quizás demasiadas
experiencias que no logré entender, quizás la vuelta y captura del mundo occidental
con sus móviles, sus ordenadores, sus obligaciones me distrajo. Hoy continúo
con mi historia, cuatro años después. Con las lagunas que ello conlleva y con
los cambios que yo he experimentado.
Día 5: Conversaciones
con un árbol.
Contarles estas cosas ahora me da un poco de vergüenza, es
decir, ya trabajo y soy un tipo serio, pero quizás sea eso por lo que quiero
continuar y escribir esto, quiero dialogar conmigo un rato.
Levantarse en el Hotel Misión de los Ángeles en Oaxaca es
toda una experiencia, más cuando te vas a acostar pensando en abducciones y
posesiones demoniacas. Parecía que el Sol volvía a salir y nos vino muy bien,
nuestro destino era Monte Albán.
Al llegar a la cima de aquella montaña lo primero que
piensas es cómo han construido eso allí arriba y cómo lo han aplanado. Antes de
llegar a las espectaculares pirámides que configuraban la ciudad, pasamos por
lo que habían descubierto recientemente los arqueólogos como supuestas tumbas
mayas. Lógicamente quisimos entrar y así lo hicimos. Bajamos unas escaleras de
madera y al llegar abajo encontramos unas losas de piedra, me gustaría ver una
foto y recordar mejor cómo era aquella distribución pero, cosas de la vida mi
cámara dejó de funcionar en ese preciso instante.
Salimos y sin darle demasiada importancia al evento nos
reunimos en la ciudad haciendo un círculo. Con los pies descalzos respiramos
profundamente y comenzamos una meditación. Mis recuerdos son bastante
psicodélicos, pues vi como las plantas, las hojas de los árboles y el césped
pasaban de ser verdes a amarillos. Paseamos sin más por la ciudad y los guías
hicieron un experimento que me trastocó mis creencias. Haciendo una especie de
imposición de manos sobre una persona durante unos minutos, conseguían
levantarle con un solo dedo. Marcado por aquel evento me metí en un museo de
por allí, donde había una exposición de penes de piedra.
Hablé con uno de los guías y le dije que lo que había visto
me había cambiado (no los penes, sino la levitación). Él no le dio importancia
y continuamos al siguiente lugar, Mitla.
Al llegar vimos un palacio espectacular, muy bien
conservado. Muerto por el calor decidí convertir mi pashmina en una especie de
turbante y vaya que si lo conseguí. Bueno, en realidad yo no, si no que más de
medio grupo que viajaba con nosotros intentó hacer su nudo mágico para
mantenerme la cabeza fresquita. Siguiente destino, el árbol de Tule.
¿En serio vamos a ver un árbol? Estoy en México, ¿unas
fajitas, unos tequilitas? Mientras me acercaba al susodicho, en mi cabeza se
planteaban esas preguntas y fueron las más estúpidas de mi vida. Erguido en
medio de una plaza central allí estaba, el gran Árbol de Tule. De su tronco
surgían mil caras, el león, la cabra, el elfo… No se por qué, pero a mi el que
algo tenga forma o cara de otra cosa no me extraña demasiado, quizás por lo de
ser arquitecto. Lo que me llamaba la atención era la frondosidad de sus ramas y
sus hojas y allá que fui. Me perdí entre su follaje y cerré los ojos dejando
que el viento las moviera por mi cara. Pensé en como absorbía mi historia y el
me daba la suya, imaginé que haría lo mismo con el resto de personas y les
contaría mis secretos, era una especie de Facebook ancestral. Perdí la noción
del tiempo y estuve solo un rato bastante largo, salí como si me hubieran quitado
mil pesos de encima. Le despedí con un guiño de ojo y un saludo a lo militar,
una vieja coña que tenía con un colega de la infancia y otro árbol.
Nos fuimos pronto a la cama, el día siguiente
comenzaba muy temprano. Una larga carretera y un nuevo destino.
Eyyyy echaba de menos tus reflexiones!!! Qué te había pasado??? Ni que te hubieras ido para Marruecos o algo por el estilo...
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